Me levanto de un salto, apago la alarma antes de que suene,
un poco de espuma en la cara para que la maquinilla se deslice con suavidad y
rapidez, buena ducha de agua fría, desodorante, peinazo de los poco pelos que
me quedan, un poco de loción de afeitado y su correspondiente pulverizado de
colonia para oler como debe ser. Me enfundo el polo y el pantalón de pinzas del
uniforme, me calzo los zapatos con la puntera de hierro, por si hay que partir
alguna que otra espinilla, y ya estoy preparado para la guerra diaria.
Todo esto contando que haya dormido como debo, porque si el
niño se ha despertado 14 veces en la noche, como ha sido el caso, lo normal es
que suene la alarma… suene la alarma… suene la alarma….vuelva a sonar la alarma,
y cuando el niño se despierte llorando pegue un bote de la cama, le de agua al
niño y le vuelva a poner el chupete mientras se da la vuelta y me dé la espalda
como diciendo - Levántate tú, que yo ya si eso me echo otra cabezada-
Mire el reloj y me dé cuenta que voy tarde, me afeite sin
espuma porque no la encuentro, del grifo de la ducha no salga agua, sino que
haga unos ruidos extraños que me den a entender que hay otra avería en la calle
de abajo, y que cuando por fin sale agua lo hace como si el tubo de escape de
un coche antiguo se tratara. Cuando salgo de la ducha con jabón en los ojos me
acuerde de que anoche eche la toalla a lavar y no la he repuesto, le eche el desodorante a la cortina de la
venta de atrás, el after shave se suicide saltando al vacío, y me eche la
espuma de afeitar en la cabeza creyendo que es fijador porque el niño a
escupido el chupete y ya me está llamando
desde la cuna. Vuelva a entrar en la ducha, y es cuando salgo de esta, por
segunda, vez cuando me percato de que me he dejado la ventana del baño abierta y
todos los vendedores que estaba montando su puesto en el mercadillo han podido
ver la escena por la ventana.